De las cosas que hago diario, una de ellas consiste en ir a la escuela para aprender el bendito alemán, de gramática casi imposible. En dicha escuela hay alumnos de todas las nacionalidades, australianos, gringos, mexicanos, etíopes, venezolanos, macedonios, albanos, franceses y hasta suizos (de la parte francesa o italiana).
En una de las actividades en equipo me toco platicar con un chico de Eritrea país ubicado en el Norte de África al sur de Etiopía. Ya habíamos sido compañeros de clase en cursos anteriores, pero casi no había platicado con Simon. El caso es que durante la actividad se me ocurrió preguntarle: ¿Porqué estas en Suiza?, y ahí comenzó su historia, de esas que suenan sacadas de una película. Y personalmente a mi me gusto haberla escuchado y se las quiero compartir.
Simon tiene 30 años, de raza negra pero con facciones finas, de ojos tristes y reservado, su idioma materno es el Tigriña (muy raro).
Después de asistir al servicio militar obligatorio y perder gran parte de su familia por culpa de la miseria y guerrillas; decidió que probaría suerte para dejar la pobreza, hambre, enfermedades, las escazas oportunidades de crecimiento económico-laboral y sobre todo la situación bélica que le había arrebatado a muchos de sus seres queridos. Como muchos de sus amigos y conocidos escogió tomar el riesgo de perder la vida con tal de ir en busca de una nueva vida. Muchos eligen Europa, otros EUA, pero no importa cuál sea el destino, la tortura de cruzar la frontera es siempre igual de peligrosa.
“--Aún me despierto en las noches cuando sueño lo que viví para llegar aquí--… Cruzar el Sahara en Auto (pequeño y viejo), con 15 personas dentro, es cuestión de suerte que no nos toqué uno que se descomponga en el trayecto y nos quedemos ahí en espera de nuestra muerte, sin agua mucho menos comida.”
La suerte estuvo con nosotros y llegamos a Etiopia, pero al apenas cruzar la frontera unos asaltantes nos robaron las pocas pertenecías que llevábamos. A Cirile lo ataron de manos y pies lo metieron en la cajuela. A mí solo me ataron las manos (aquí se ve la cicatriz todavía) y me metieron en el asiento trasero, a los pocos minutos paramos sacaron a Cirile de la cajuela y le dieron un navajazo, cuando apenas abrieron la puerta tiré una patada a uno de los hombres; corrí lo más rápido que pude y me perdí en la oscuridad. Me recupere del shock y seguí mi camino hacía mi sueño, cruzar Etiopía fue difícil, después tome rumbo a Marruecos para poder cruzar el estrecho de Gibraltar y así llegar a Oliveiros España y tocar tierra Europea, tuve suerte otra vez y nuestra pequeña balsa con 30 vidas llego sin problemas. Cruce España camino a Italia, al llegar ahí encontré una casa de caridad donde podíamos quedarnos algunas noches por semana. Pensé en quedarme en Italia, pero al final decidí que no, que tenía que llegar hasta Suiza a ese país que los propios italianos se van a trabajar porque pagan mejor.
Al llegar a Suiza fui a pedir asilo político, tuve que contar la historia de vida mil veces, pero al final me dieron el asilo, me ayudan pagándome el idioma y una cantidad para poder vivir… así que estudio el alemán, quiero aprenderlo, lo necesito… porque así tendré esas oportunidades por las que he venido hasta aquí y tal vez pueda llegar a ser feliz y el tiempo cure las heridas y borre los malos momentos.”
Así como fue para Simon, más de 5000 africanos al año intentan cruzar el estrecho de Gibraltar algunos lo logran, muchos otros se quedan en el intento. Pero esas historias existen en el mundo y nos ayudan a recapacitar de los afortunados que somos con lo mucho o poco que tengamos, y por lo mientras a mí, ya me hicieron apreciar más la vida que me toco.
“La inmigración es una huida de la persecución del hambre, si de todas formas hay que morir. Que la muerte no te encuentre sentado”
-Leto.
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